La Plata: vecinos de Los Hornos colocan carteles “Vecinos armados” y advierten que se defenderán ante la ola de robos
TAPA DEL DÍA
Por Redacción de Diario INFOPBA
La tarde cae en Los Hornos y en la intersección de 140 y 62 los postes y las paredes muestran un mensaje contundente: “Vecinos armados”, “El que avisa no traiciona” y “Sin respuestas oficiales, la seguridad la ponemos nosotros”.
La creciente serie de hechos delictivos y la percepción de inacción de las autoridades empujaron a los residentes a organizarse. Reuniones de cuadra, turnos de vigilancia y la colocación de carteles de advertencia son las medidas visibles que adoptaron los vecinos para intentar recuperar la tranquilidad perdida.
Relatos que explican el hartazgo
Pedro, que vive en la cuadra desde hace 53 años, resume el sentir: “Siempre fue más o menos tranquilo, pero ahora ya se está poniendo más bravo”. Según relata, el barrio cambió tras la aparición de una toma hace dos años y, desde entonces, los episodios de robos se multiplicaron.
“Una vez los bajé del techo de la escuela porque iban a robar computadoras y después me vinieron a amenazar”, cuenta. Añade que al denunciar recibió respuestas poco satisfactorias: “Fui a hacer la denuncia y el jefe de calle me dijo que llame al 911, que en la comisaría no sirve porque te tiran el papelito. Así estamos”.
Medidas desesperadas y riesgo de escalada
En varias viviendas se vio la sustitución de alarmas por machetes y fierros con punta. “Yo en mi casa tengo machete, tengo fierro con punta, cosa que si entra alguno, se lo ensarto. Que Dios lo ayude. Pero revólver no, porque después te viene toda la familia y te prenden fuego la casa”, confiesa uno de los vecinos, en un testimonio que sintetiza la mezcla de miedo y brutal pragmatismo que domina la cuadra.
Otra vecina dijo que en el centro del barrio se ofrece venta de armas, y que existe un presupuesto circulante entre residentes: “Un arma cuesta $800.000, casi un palo”. Algunos, por ahora, exhiben machetes en ventanas; otros los guardan en camionetas como señal de advertencia o disuasión.
En uno de los episodios más graves, una mujer relató una entradera: “Entraron tres personas con armas 9 milímetros, organizados, como un grupo comando. Me pusieron en el sillón y me empezaron a pegar. Eran las 11 de la noche”. Tras ese ataque, las rejas, cámaras y el temor se volvieron la respuesta inmediata de los vecinos.
Autoridades, vecinos y un clima de desconfianza
Varios entrevistados coinciden en que la reacción policial es insuficiente y que la judicialización del conflicto se complica cuando los presuntos responsables son menores. Esa sensación de desamparo alimenta la organización barrial, pero también abre interrogantes sobre el respeto a la ley y el riesgo de enfrentamientos.
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Balance y posibles consecuencias
La creciente autodefensa comunitaria revela, por un lado, el hartazgo y la falta de soluciones concretas; por otro, la posibilidad de que la tensión derive en hechos de violencia con consecuencias imprevisibles. Expertos en seguridad consultados por vecinos advierten que cuando la ciudadanía toma por sí misma herramientas letales o actitudes punitivas se multiplica la probabilidad de incidentes graves y de procesos judiciales por violencia doméstica o homicidios en contextos de defensa.
















